«El árbol de agua» de Tonino Guerra, en Mercurio


Linograbado Arbol de agua

Uno de los linograbados de Carlos Baonza que ilustran «El árbol de agua» (Pepitas de Calabaza, 2022).

Un libro de poesía que es también un libro-objeto, por el cuidado de la edición -de Pepitas de Calabaza–, en los grabados, el papel, la traducción de Juan Vicente Piqueras, que se ha ocupado de traer al español toda la poesía de Tonino Guerra, conocido sobre todo como guionista de un sinfín de títulos emblemáticos, muchas veces galardonados, incluso con el óscar a la mejor película.
El árbol de agua es una metáfora del río que recorre la comarca de la Marecchia, en la zona de la Emilia Romagna, de donde era originario el poeta y guionista, autor de Amarcord (F.Fellini), La noche de San Lorenzo (Taviani), La notte, y un larguísimo etcétera que ahora apetece revisar.

Se puede leer la reseña completa en Mercurio. Aquí, un fragmento de la entrevista, que he traducido del italiano, que le hiciera Giovanni Biagioni para la revista Impactum.

«»Yo era profesor y por entonces ganaba 39 mil liras, él [el productor] me ofreció 300 y yo, digamos que del modo más puttanesco, acepté trasladarme a Roma. Los trabajos terminaron y yo me comí 10 años de hambre». La capital era, con sus miserias, el lugar donde convenía estar: «Una vez fue Fellini, que estaba empezando una película, el que me sacó de apuros porque, como hacía tiempo que vivía en Roma, tenía más posibilidades de pedir adelantado dinero». De la época romana son también sus novelas y la serie de libros para jóvenes y niños en colaboración con Luigi Malerba, de momento sin traducción al español.»

Cartel de la película inspirada en El viaje, uno de los tres libros que componen este volumen, la historia de dos ancianos que salen del pueblo para cumplir el deseo del ver el mar.

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«Duelo siempre latente», El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza


Plein Soleil…

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Ya puede leerse en la revista Mercuriola reseña dedicada al último libro de la escritora Cristina Rivera Garza, El invencible verano de Liliana. Su dispositivo narrativo recuerda a Jane, A Murder, de Maggie Nelson, un relato construido mediante poesías y extractos del diario de Jane y de las investigaciones del crimen. El libro no está traducido al español a día de hoy, que yo sepa.

El libro es, por supuesto, interesante y colma un vacío de testimonios directos en México, pero también dice mucho, y nada bueno, sobre el mundo de las grandes corporaciones editoriales españolas y sus estrategias comerciales, pues pocos ignoran que el tema de la violencia doméstica, de los abusos sexuales y, sobre todo la extensa bibliografía seria sobre el asunto considerado desde diferentes vertientes y disciplinas (política, sociología, psicología y psicoanálisis, jurídico) no nació con el movimiento americano MeToo.

Rivera…

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Escribir literatura social o la voz de tu amo


DE LA HABANA HA VENIDO UN BARCO CARGADO DE...

Leí en Babelia la entrevista a Marta Sanz dentro de la promoción de su última novela, Gabriela Astor y la caja negra (que aún no he podido leer), realizada por Javier Rodríguez Marcos. La pieza, titulada Rosa y negro, se explaya en torno al tema de las etiquetas y los géneros -el género literario y el género según lo definen y abordan los «estudios culturales»; apunta la posible colisión o convergencia de dos mundos tan definidos como la novela negra y la novela de mujer, lo negro y lo rosa, un juego de palabras que muy vagamente se hace eco del título stendhaliano: El rojo y el negro (busque el lector las implicaciones subliminales de esa referencia). La autora juega luego con el equívoco de las connotaciones atribuidas a los colores rosa y negro como etiquetas de la facilidad de lo femenino y la dureza de lo masculino (la…

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Sobre la crítica… y seguimos


Los Reyes Magos adoran a Jesús mientras la Virgen alimenta al mamoncete
pintura del Renacimiento
Natalia y Leone Ginzburg
Mientras el cielo blanco y la lluvia que salpica ya apenas las calles le ponen a Barcelona un traje convencionalmente invernal (pero las temperaturas suaves le discuten la vocación norteña al tiempo), y mientras espero que me llueva el maná sobre mi cabeza, y se abran las aguas a mis pies como alfombras rojas en noches de estreno, y mientras termino de escribirle la carta a los Reyes Magos pidiéndole, entre otros regalos, que se derrumbe Planeta, anoto lo que dice Natalia Ginzburg sobre la critica y los críticos en sus Ensayos, editados por Lumen y con traducción de Mercedes Corral. Advierto que, por proteger nuestra salud mental, va siendo hora de dejar de hablar de la crítica en abstracto y bajar a la tierra, para ejercerla sobre obras concretas. Porque en los últimos años creo que hemos perdido mucho (además del buen humor y la paciencia) con un debate que no lo es y que deja ya el regusto nauseabundo de las trivialidades enunciadas con enorme solemnidad.

No salgo de mi asombro con estos ensayos de Natalia Ginzburg. Y es que hacía mucho (pero mucho, mucho) que no leía algo tan poco inteligente, con planteamientos tan anticuados, una escritura animada por una percepción tan sentimental y facilona de los objetos en los que detiene su mirada o su interés. Publicados originalmente entre 1969 y 1970 me asombra lo mucho que dista de la brillantez y la agudeza de Roland Barthes, que publicaba ¡en 1957! sus Mythologies y ¡en 1964! sus Essais critiques, ambos títulos en Seuil.

Solo, dentro de su poca profundidad, me han llamado la atención unos párrafos que dedica a definir la crítica y a los críticos por la inusual clarividencia (salvo su alusión al edipismo como horizonte deseable en la relación entre personas).

Atentos:

«Si un crítico es amigo nuestro, o incluso si se trata de alguien con quien a veces nos encontramos y con quien cruzamos algunas palabras, la amistad o aquellos encuentros ocasionales nos dan la seguridad de que su juicio para con nosotros será halagador; si no es así y en lugar de un juicio halagador obtenemos, por el contrario, una lección despiadada, o quizá tan solo un prudente silencio, nos sentimos golpeados por un desconsuelo estupefacto e inmediatamente después por un venenoso rencor, como si la amistad o aquellos raros encuentros nos hubiesen dado derecho a un favor eterno, porque nuestra mala costumbre nos lleva a pedirle a la amistad, o incluso a una simple sonrisa de cortesía, no ya la verdad sino una resuelta inclinación a nuestro favor.

»Por supuesto que al crítico no debería importarle en absoluto nuestro rencor, como no debería importarle en absoluto el rencor de los hijos a un padre sereno, que tuviera una clara conciencia de actuar y de pensar con justicia. Pero los críticos hoy día son, como los padres de hoy en día, frágiles, nerviosos y sensibles al rencor de los otros, temen perder a los amigos u ofender a los conocidos, su vida social es muy vasta y tan llena de ramificaciones que al ofender a una persona pueden ofender a otras mil; como hoy en día los padres, tienen miedo del odio: tienen miedo de encontrarse solos diciendo la verdad en una sociedad hostil. O, por el contrario, quieren odio, aspirar a él como un condimento fuerte y esencial en su vida de críticos, desean estar vestidos de odio, como de un uniforme rico y resplandeciente. Y la aspiración al odio, al igual que el miedo al odio, no puede constituir un terreno estable para la búsqueda y la afirmación de la verdad.»

pp. 98-99

Edmund Wilson sobre crítica literaria y biografías de escritores



Courtesy Beinecke Rare Book and Manuscript Library, Yale/From »Edmund Wilson»

Edmund Wilson (born 1895) at the end of the 1920’s.
Fuente: www.nytimes.com/…/books/review/04TOIBIN.html

Estoy leyendo la Obra selecta de Edmund Wilson, interesante por muchas razones (aunque no por la traducción que ofrece Lumen, que creo necesitaría una revisión de estilo más concienzuda).

Ya sabemos que las opiniones literarias, por muy sustentadas que estén en una sólida cultura y en una reflexión no contaminada por la histeria y las fobias personales, pasan de moda. Por eso me ha llamado mucho la atención por su vigencia la crítica que Edmund Wilson hace a la escritura de biografías literarias al estilo norteamericano. Hablando de Poe señala que fue muy mal comprendido, y que un tal «presidente Hadley» describió así su literatura: «Poe escribió como un beodo y un hombre que no acostumbra a pagar sus deudas», y empleó este argumento, propio de un inspector de Hacienda o de un obispo español, para no incluirlo en el pabellón de inmortales.

Pero esto es lo que me importa. De un conocido biógrafo de Poe, Wilson explica:

  • «Krutch resulta un típico ejemplo [de la escuela moderna de biografías sociopsicológicas] que parece tender a caricaturizar las personalidades de sus personajes. Hoy en día se nos muestra el espectáculo de algunos importantes ornamentos de la raza humana, expuestos exclusivamente en términos de sus manías más ridículas, sus neurosis más inquietantes y sus fracasos más humillantes.» (pág. 118)

Esta definición, que Wilson dio en 1926, sirve para calificar biografías de artistas recientemente publicadas, como la que Patricia Bosworth dedica a Diane Arbus, o la de Hazel Rowley a Simone de Beauvoir y Jean.Paul Sartre, como pareja, publicada también en Lumen. Si esa clase de biografías sociopsicológicas era «moderna» en 1926, ¿qué adjetivo merecen casi cien años después? A este tipo de trabajo lo llamo yo «biografías marujas«: cuando las marujas llegan a la universidad y creen que el mero hecho de dar clases en la universidad o escribir acerca de temas arduos las convierte en intelectuales feministas.

¿NO SE DAN CUENTA O NO QUIEREN DARSE CUENTA?


Lucrecia Martel, directora de cine

El peruano Iván Thays-
En el último Premio Herralde, un jurado compuesto sólo por hombres premia a dos hombres: al venerable autor mexicano Daniel Sada (sigue la influencia de Bolaño) y al muy simpático Iván Thays, autor de la bitácora más amena y menos dogmática sobre actualidad literaria que parece posible leer (en castellano) hoy en día. Lo irónico es de qué van las novelas premiadas: de un trío amoroso muy casto (según declaraciones a la prensa del editor) en el caso de Sada. De los sufrimientos de un padre joven separado que pierde a su criatura (or something like that) Irónico porque esta exhibición de sensibilidad «femenina» contrasta con el monopolio de poder masculino desde el que se ejerce dicha exhibición: editoriales, prensa, leyes…

Seguimos: el último Babelia, ayer sábado las reseñas de literatura llevan todas firmas masculinas. Y salen a la calle así, a pecho descubierto, uno tras otro. Dedican la página que abre el suplemento y entrevista principal a una directora de cine latinoamericana, Lucrecia Martel, que aparece, fíjate tú, fumándose un puro, no nos vaya a salir como una tontita.

Y seguimos: Letra Internacional, una revista muy solvente de pensamiento con raíces socialistas, llega a su (celebrado) número 100. La lista de firmas alcanza los 27, pero de ellas sólo cuatro son mujeres.

No es un problema de cuotas, sino de inercias. España carece de una cultura sobre la mujer y sus enfoques de cualquier tema suelen ser históricos, no conceptuales.

Nunca hasta que publicaron mi novela había yo sufrido esa infavaloración tan española por el hecho de ser mujer, que te adjudica un coeficiente de inteligencia necesariamente inferior a la media estadística. Compruebo que esta tendencia a la baja es menos frecuente en Cataluña –donde se da más una discriminación de tipo económico o de lengua, algo que para los que practican esa discriminación va unido. Es una tendencia tan arraigada en la mente masculina que un escritor cubano, Rolando Sánchez Mejía, me confesó que su amigo, también cubano, Radamés Molina, le había dicho de mí: «No, ella es inteligente». No me halagó, no me pareció que hablaran de mí. Me interesó ese «ella sí» y pensé: como dos infiltrados que se transmiten las claves de funcionamiento de un gang secreto.